Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 20 de mayo de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Sánchez Ruano
Número y páginas del Diario de Sesiones 40, 980 a 984
Tema: Suspensión de las elecciones de los ayuntamientos

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Siento, Sres. Diputados, que el estado de mi salud no me permita dar al Sr. Sánchez Ruano contestación tan cumplida y tan extensa como merece el cáustico discurso con que ha entretenido muy agradablemente a los señores Diputados. Lo siento por S. S., y lo siento, sobre todo, por el Congreso; pero tanto S. S. como los señores Diputados, me dispensarán si en algo dejo de contestar a S. S., en la inteligencia de que otra vez lo haré en mejores condiciones. Voy a limitarme única y exclusivamente a defender la medida del Gobierno como perfectamente legal.

El Sr. Sánchez Ruano, que siempre que se dirige al Congreso lo hace con el corazón en la mano, con una sinceridad parlamentaria que habrán podido admirar los Sres. Diputados, vio en la medida adoptada por el Gobierno aplazando las elecciones de ayuntamientos, una especie de contradicción con la medida adoptada por el Ministro anterior, fijando la época de las elecciones de ayuntamientos; vio, en una palabra, una medida acordada por el Ministro de la Gobernación actual, y creyó hallar en ella algo que iba contra la medida adoptada por el Ministro de la Gobernación anterior, y dijo S. S., con esa buena intención que le caracteriza:" éste es mi papel, aquí estoy yo entre el Ministro de la Gobernación actual y el Ministro de la Gobernación anterior" pero el Sr. Sánchez Ruano no ha tenido presente que el Ministro de la Gobernación anterior y el Ministro de la

Gobernación actual, y todos los Sres. Diputados, conocen bastante a S. S. para saber el alcance de sus intenciones.

De cualquier modo, S. S. ha hecho grandes cargos al Gobierno, y ha querido hacerlos también por cima del Gobierno, a propósito de una disposición del Ministro de la Gobernación, acordada en Consejo de Ministros, pero con la cual nada tiene que ver todo el Gobierno. El Sr. Sánchez Ruano ha querido dejar escueto al Ministro de la Gobernación, suponiendo que todos los demás Ministros no han podido ocuparse de ese asunto. S. S. está equivocado, y bueno es que el Ministro de la Gobernación tome sobre sí toda la responsabilidad; pero los demás ministros saben cumplir con su deber, saben hacerse cargo de todo lo que les compete, y a todo el Ministerio y a todos los ministros les importa hacerse cargo de una cuestión tan importante como la cuestión de ayuntamientos.

Por lo demás, S. S. ha hecho una revista, que pudiera pasar en un periódico festivo, acerca de las ocupaciones que aquejan a cada uno de los Ministros. S. S. ha entretenido agradablemente a los Sres. Diputados pero ni ha sido exacto, ni ha sido justo; y como las ocupaciones que S: S. suponía en los Ministros importan poco, porque, al fin y al cabo, en el tono agradable en que S. S. lo ha hecho no tenían nada de particular, por lo que hace a la política, voy a hacerme cargo únicamente de lo que S. S. ha dicho respecto del Sr. Ministro de Estado, porque eso puede tener alguna importancia en la política.

Que el Sr. Zorrilla tenga ciertos intentos, y sea Ilevado por ciertos propósitos que gustan a S. S., eso importa poco para la política del país.

Yo sé mejor que el Sr. Sánchez Ruano los intentos del Sr. Zorrilla, y por consiguiente, nada tengo que decirle; pero me importa mucho hacerme cargo de lo que S. S. ha dicho sobre las ocupaciones que suponía en el Sr. Ministro de Estado, porque eso tiene mucho que ver con la gobernación del país. Suponía S. S. que el Sr. Ministro de Estado no ha podido ocuparse de la elección de ayuntamientos porque está muy preocupado con ciertos tratados secretos que se han hecho, en los cuales puede quedar España comprometida con no sé que otras naciones; y con ciertos tratos y ciertos pensamientos sobre Portugal, sobre la unión ibérica y no sé que otras cosas más.

Esté S. S. tranquilo; no hay tratados secretos con nadie, ni la España tiene necesidad de aliarse con ninguna nación. España sigue su política, política verdaderamente nacional, sin que tenga nada que ver con la política que siguen los demás países. Todo ese castillo que S.S. formaba sobre propósitos del Ministro de Estado y sobre tendencias del Ministerio en sus relaciones con las demás potencias, es un castillo de naipes que no resiste ni aun al soplo de S. S.

Pero en último resultado, toda su argumentación consiste en que el Ministerio y sobre todo el Ministro de la Gobernación ha violado la ley y ha faltado a la Constitución. Pues eso no es exacto; no ha violado el Ministro la ley, ni la Constitución: el Ministro actual como el Ministro anterior estaban autorizados para que las elecciones se verificasen, no en época determinada, sino cuando lo creyesen conveniente: el Ministerio anterior tenía interés en que las elecciones se verificasen cuanto antes y la ley municipal tuviese aplicación, y por eso dispuso la época de las elecciones y lo hizo sin prever cuando podían terminar las Cortes Constituyentes; pero o había de disponer las elecciones municipales aisladamente, o las había de hacer en unión con las elecciones de diputados provinciales; dispuso, pues, las dos elecciones en dos plazos distintos como era claro; pero en esto las Cortes Constituyentes terminan su existencia y se hace necesario que las Cortes ordinarias se reúnan a los tres meses de terminadas las Constituyentes y el Gobierno se encuentra que en tres meses, ¿qué digo en tres meses? en dos meses tiene que hacer cuatro elecciones generales; las elecciones de ayuntamientos, las de Diputaciones provinciales, ya dispuestas, más las de Diputados a Cortes, más las de Senadores.

Se encuentra, pues, el Gobierno con dos meses para cuatro elecciones generales y en suspenso ya las elecciones de ayuntamientos; era materialmente imposible, era de todo punto imposible el que cuatro elecciones generales se pudiesen verificar en ese espacio de tiempo; y en tal caso, ¿qué había de hacer el Gobierno?¿ Había de [980] empeñarse en lo imposible? Pues lo que hizo fue hacer todo aquello que era posible para que las Cortes ordinarias se reunieran en el plazo marcado en la Constitución; y teniendo en cuenta que la elección de ayuntamientos nada tenía que ver con la de Diputados a Cortes y la de Senadores, mientras que la de Diputados provinciales era necesaria: primero, porque no tenían un origen por el sufragio universal como los ayuntamientos; segundo, porque las Diputaciones provinciales eran necesarias para completar las elecciones de Diputados y Senadores, una vez que son la base de Ias de Senadores, naturalmente el Gobierno dispuso que se hicieran aquellas tres elecciones generales que fueron necesarias, dejando la cuarta, que era imposible de llevar a cabo, para tiempo más oportuno.

¿Había algún articulo de la ley, algún artículo de la Constitución que prohibiera esto? No. El Gobierno se encontró en la imposibilidad material de llevar a cabo Ias elecciones municipales, imposibilidad material que podía salvar, sin faltar a ninguna ley, sin faltar a la Constitución, sin faltar a ningun precepto legal; si faltó, venga ese precepto que obligue al Gobierno en una época fija; no la hay, sólo hay una ley que autoriza al Gobierno para que las haga, no en una época determinada, sino cuando lo crea conveniente. Pues si el Gobierno se encuentra en la imposibilidad de hacer la elección de ayuntamientos en la época en que se había fijado, y no había precepto alguno que le impidiera aplazar las elecciones municipales, ¿dónde esta la violación de la ley? ¿Dónde está la violación de la Constitución?

El Gobierno estaba, pues, en su derecho haciendo lo que hizo: tuvo que hacerlo tan deprisa, que ya lo saben los Sres. Diputados, en dos meses se han hecho tres elecciones generales que necesitan plazos largos, plazos marcados por la ley, y no ha habido que perder un día. Ahora bien; ¿era posible, cuando apenas cabían las tres elecciones que se han hecho, las de Diputaciones provinciales, las de Diputados a Cortes y las de Senadores, que pudiera entrar una más? ¿Dónde se metía? ¿Es tal vez que se quería que las elecciones se hubieran hecho con barullo, que no se hubiera tenido ni el orden ni el tiempo necesario a fin de verificar Ias verdaderas elecciones? No era, pues, posible hacer las elecciones de ayuntamientos, y se hicieron primero Ios de diputados provinciales, se hicieron después las elecciones de Diputados a Cortes y se concluyó con Ias elecciones de Senadores: se aplazaren, pues, las elecciones de ayuntamientos; pero ¿con qué nos encontramos después? Nos encontramos con que aplazadas las elecciones de ayuntamientos para Mayo, el cuerpo electoral estaba completamente perturbado; el cuerpo electoral estaba dominado de un encono y de una pasión política como no se ha visto jamás en este país, y yo creo que en ninguno; las elecciones que acababan de tener lugar, tres elecciones generales en dos meses, habían quebrantado de tal manera el campo electoral y llevado el odio y el encono a los partidos de tal modo, que los pueblos temen y el Gobierno teme también que las elecciones municipales conviertan los campos electorales, no en campos apasionados, sino en campos de Agramante.

Yo apelo, señores, yo apelo a los Sres. Diputados que no viven en Madrid como S. S., sino que viven en sus provincias, que conocen por tanto como están los pueblos, si era prudente, si era conveniente hacer Ias elecciones municipales enseguida de haber hecho las tres elecciones generales que han Ilevado un encono y una pasión tan grandes y un odio tan atroz a Ios hombres de diversos partidos, que era imposible hacer las elecciones municipales.

 Se encontró pues, el Gobierno con que si hacía ahora las elecciones municipales, no iban a acudir a ese gran acto las personas sensatas, las personas prudentes, las personas tímidas, y con el estado de efervescencia en que se encontraba el campo electoral, con el estado de agitación en que se hallaban los ánimos en los pueblos, se iban a aprovechar de ese estado de efervescencia los perturbadores, se iban a aprovechar aquellos que promueven las excitaciones, todos aquellos que se alegran mucho de que las personas sensatas se queden en sus casas, para conquistar de esta manera, con el temor o con la indiferencia de Ias personas honradas, puestos que de otra manera no conseguirían, y de los cuales no son merecedores. ¿Y qué iba a suceder? Que íbamos a entregar la administración de los pueblos, que es la administración del país, a los que no tienen garantía para desempeñarla; la íbamos a entregar a los perturbadores, a los holgazanes, a los tunantes. (Risas en los bancos de la izquierda.) Reíos lo que queráis, pero esa es la verdad.

Y hasta tal punto estaba yo persuadido de eso, y lo estaba el Gobierno, que si hubiera habido un precepto legal que al Gobierno obligara a hacer Ias elecciones en época determinada, el Gobierno hubiera venido a las Cortes a pedir el levantamiento de ese precepto, por no poderse hacer Ias elecciones de una manera conveniente al país. Como el Gobierno tenía facultades para trasladarlas desde Mayo a Agosto, como Ias tuvo para trasladarlas desde Diciembre a Mayo, resulta que no tuvo necesidad de venir a pedir a las Cortes una autorización que no creía necesaria.

Pero es que además había imposibilidad material de verificar las elecciones en ese tiempo, porque aparte de que no hubiera sido conveniente, aparte de que hubiera sido entregar la administración de los pueblos a las personas que menos lo merecen hubiera sido imposible verificar Ias elecciones; porque con la organización que tiene el país, los ayuntamientos son la base de esta organización, y es necesario que a esas elecciones se proceda con descanso, con tranquilidad, cuando el campo electoral esté bien preparado. (Murmullos en los bancos de la izquierda.) Bien preparado en el buen sentido de la palabra. Ya sé yo que para vosotros estaba bien preparado, porque para vosotros está bien preparado cuando hay perturbaciones, cuando hay desorden; y para el Gobierno, el campo no está bien preparado mientras no reine el orden, y disfrute el país de la paz y el sosiego que necesita. A eso Ilamo yo bien preparado el campo, y cuando en los ánimos y en la conciencia pública haya el sosiego y el reposo que hoy no hay. Pues bien; aparte de esto, era imposible materialmente hacer Ias elecciones municipales entonces, porque las elecciones de diputados provinciales han dado lugar a tantas elecciones parciales, que apenas hay una provincia en España donde no se estén verificando las elecciones; porque hay algunas donde se están verificando elecciones parciales a consecuencia de las de Diputados a Cortes, y otras de ciertos Senadores que, habiendo sido elegidos también Diputados, han optado por la senaduría. ¿Y hubiera sido prudente exponer al país a tres elecciones simultáneas, cuando tienen distintos colegios, distinto objeto y hasta diversidad en la organización? ¿Era esto posible? El Gobierno, pues, se encontró con que hubiera sido inconveniente; es más, hubiera sido peligroso para el país hacer las elecciones en la época en que estaban fijadas. Y entonces, ¿aplazó las elecciones de ayuntamientos sin [981] más que por aplazarlas? No: dijo, puesto que es inconveniente hacer las elecciones en esta época, y además es imposible, vamos a plantear la ley de ayuntamientos, y pudo haberse planteado, como se pensó en un principio, por las elecciones, y pudo plantearse, como se hace ahora, aprovechándose de las circunstancias, por los preliminares para la elección. Porque ha de saber el Sr. Sánchez Ruano, que dice que el Ministro de la Gobernación no sabe las leyes; y por cierto que lo ha dicho sin motivo, porque dice que no conozco la ley de arbitrios, y el que es posible que no la conozca es S. S.; ha de saber el Sr. Ruano que podía haberse empezado por las elecciones, aprovechándose para hacer las listas electorales que previene la ley de los trabajos preparatorios que se habían hecho con arreglo al decreto del Gobierno provisional, o podía empezarse por las operaciones preliminares, con arreglo a las disposiciones de la ley municipal, que determina la formación de otra lista, y la clasificación distinta de los electores.

Y como eso no se había hecho, porque de acuerdo todo el Gobierno, creía en un principio que convenía la elección inmediata de ayuntamientos; y como eso no se había hecho, y puesto que ahora hay tiempo, y que no sería conveniente, por las circunstancias que está atravesando el país, porque después de tres elecciones generales no está el campo electoral para una cuarta elección, vamos a aprovechar el tiempo, mientras se tranquilizan los ánimos del país, en hacer las operaciones preliminares, como marca la ley electoral, a fin de que las listas electorales salgan del padrón, como previene la ley municipal. De manera, que el Gobierno lo que ha hecho, no ha sido aplazar la ley, sino invertir los términos.

 En un principio, el Gobierno creía, y con razón, que convenía hacer antes todas las elecciones municipales, esperando después los trabajos preparatorios para hacer las listas y modificarlas con arreglo a la ley municipal; pero ahora, una vez que tenemos tiempo para hacerlas, invertimos los tiempos, y lo que hacemos es empezar por las operaciones preliminares, lo cual está de acuerdo con lo que previene la segunda disposición que el Sr. Sánchez Ruano ha leído, por la cual el Gobierno tiene facultades para hacer las elecciones en la época que desee, y siguiendo, no sólo las disposiciones de la ley electoral, sino también las de la ley municipal; y pues que de esa manera se cumple esa segunda disposición, el Gobierno designa la época que cree conveniente, y además hace las elecciones con arreglo a las prescripciones de la ley electoral, y además con arreglo las de la ley municipal. ¿Dónde está aquí la violación de la Constitución? ¿Dónde está la infracción de la ley? Si había violación de la Constitución y de la ley porque se pasó de Diciembre, y la ley no establece que sea Diciembre o Noviembre la época que el Gobierno designe como conveniente para hacer las elecciones, claro es que la ley se quebrantó antes y la Constitución también. O se quebrantó antes, o no se quebrantó, o no se ha quebrantado ahora.

Por consecuencia, ¿es que las Cortes Constituyentes al hacer la ley, impusieron al Gobierno la obligación de plantearla inmediatamente y hacer las elecciones en época dada, o es que, por el contrario, facultaron al Gobierno para hacer las elecciones en la época que designe? Y qué, ¿le parece a S. S. que si las Cortes Constituyentes hubieran querido poner limitación al Gobierno no le hubieran dicho, la época que designes será dentro de éste o del otro plazo? (El Sr. Sánchez Ruano: Lo dice.) ¿Dónde lo dice? (El Sr. Sánchez Ruano: En los plazos extraordinarios.) S. S., por equivocarlo, lo equivoca todo. Los plazos extraordinarios es lo siguiente, señores Diputados: y el Sr. Sánchez Ruano que dé lecciones a todo el mundo, podía empezar por tomarlas de los demás.

Dice la ley, y al parecer la sé yo bastante mejor que S. S., lo siguiente:" el Gobierno queda facultado para hacer las elecciones de ayuntamientos en la época que designe, siguiendo las disposiciones de la ley electoral y de la ley municipal." Y para lo único que no autorizan las Cortes al Gobierno es para variar los plazos extraordinarios que da en las operaciones preliminares para la elección; y son plazos extraordinarios, porque no se hacen dentro de los plazos ordinarios que marca la ley para cuando está funcionando; pero los plazos extraordinarios pueden ser en Diciembre, en Abril y en Octubre; lo que no puede variar es el tiempo, la magnitud del plazo, pero lo que puede hacer es empezar a plantear la ley cuando lo tenga por conveniente. Los plazos son extraordinarios, porque el Gobierno está autorizado para hacer las elecciones en la época que designe, y lo que la ley le prohíbe es acortar esos plazos, que son extraordinarios, puesto que el Gobierno fija las elecciones en épocas extraordinarias.

Por consiguiente, el Sr. Sánchez Ruano no tiene motivo ni razón bastante para decir lo que ha dicho esta tarde: el Sr. Ruano, que no venía a hacer un discurso de oposición sino un discurso de gobierno, ha equivocado el camino; yo tengo la evidencia de que S. S. se ha equivocado, porque si todos los discursos de gobierno de S. S. son como el de esta tarde, yo aseguro a S. S. que vale más que no haga discursos de gobierno porque los discursos de gobierno no se hacen suponiendo violaciones de ley donde no las hay y mucho menos dirigiendo los ataques que S. S. ha dirigido fundado en gratuitas suposiciones. El Sr. Sánchez Ruano, que ha llenado su discurso de presunciones, hasta el punto de que pudiera llamarse el discurso de las presunciones, ha dirigido grandes ataques a los Ministros todos, y muy especialmente al de la Gobernación, sin más fundamento que un se dice: S. S. que apoyándose en un se dice dirige tales diatribas a los Ministros, ¿cree que ha hecho un discurso de gobierno? Si yo hubiera estado hoy en disposición yo le hubiera dicho al Sr. Ruano lo que era un discurso Ministerial; pero es posible que no me falten ocasiones de decírselo a S. S.

Tenemos, pues, que el Gobierno no ha violado ninguna ley; que lo que había que discutir era si era conveniente o no el aplazamiento de las elecciones, planteando desde luego la ley municipal; porque la ley municipal es la planteada ya; se está haciendo el censo con arreglo a las prescripciones que la misma ley municipal establece; cuando ese censo este hecho, cuando de él se saquen las listas electorales, cuando se cumplan los plazos que la ley marca, plazos extraordinarios, porque se hacen en época extraordinaria, pero cuya magnitud no puede variar el Gobierno, entonces vienen natural y legalmente las elecciones sin que por eso se haya faltado a ninguna ley, sin que se haya faltado en lo más mínimo a la Constitución del Estado, y sin que haya, por consiguiente, motivos para ninguno de los cargos que el Sr. Sánchez Ruano ha dirigido al Gobierno abultando y exagerando los argumentos hasta el punto de fundarlos todos sobre un se dice o sobre una murmuración.

Yo creo que el país ha agradecido mucho la supresión [982] o aplazamiento de las elecciones municipales, porque el Gobierno, al tomar estas medidas, no las toma sólo por seguir sus opiniones o sus principios, sino que las toma cuando dentro de sus principios recibe informes que concuerdan con sus sentimientos. Yo le puedo decir al Sr. Ruano, que no hay una provincia ni un pueblo en España que no pidiera al Gobierno que se aplazaran las elecciones; que no hay un Diputado de la mayoría que haya venido a pedir al Gobierno que las elecciones se hicieran en los términos que estaban fijados; que no conozco ninguno de la minoría que lo haya pedido, y que cuantos Diputados se han acercado al Gobierno a hablar de esto, han tratado sólo de hacer ver la conveniencia que había en aplazarlas para evitar los peligros que hubieran sobrevenido de haberlas verificado en la época fijada. Y cuando el Gobierno no tenía ningún precepto legal que le obligara a hacer las elecciones en ese tiempo, ¿no hubiera sido una imprudencia el llevarlas a cabo?

Dice el Sr. Sánchez Ruano, que el Gobierno ha hecho esto porque quería hacer de las elecciones municipales unas elecciones políticas. Precisamente para evitar esto es para lo que se han aplazado. ¿Se concibe, señores, que después del encono y de la pasión con que han luchado los partidos políticos en las últimas elecciones generales pudieran venir unas elecciones municipales que no fueran eminentemente políticas? Y si hubieran sido sólo eminentemente políticas, todavía el Gobierno hubiera pasado por ese riesgo, que era grande; pero señores, ¿qué elecciones hubieran hecho los pueblos en estas circunstancias? ¿Qué conflictos, qué peligros, qué desgracias hubieran ocurrido en los pueblos? Si en las elecciones de Senadores y Diputados en que no se empeñan tanto los intereses de localidad; en que no juegan tanto las pasiones de campanario han tenido lugar tantos conflictos, ¿qué es lo que hubiera ocurrido en las elecciones municipales? Yo sé que a vosotros os conviene eso; yo sé que os convienen las perturbaciones, el desorden y el desasosiego del país; yo sé que queréis prolongar este estado por todos los medios posibles; pero estad seguros de que no os ha de secundar el Gobierno y mucho menos el Ministro de la Gobernación.

Por lo demás, el Sr. Sánchez Ruano cree que presentando una proposición de censura contra el Ministro de la Gobernación, no hay ninguna fracción de la Cámara que no la apoye. Pues preséntela S. S. (El señor Sánchez Ruano: Está sobre la mesa.) Me alegro mucho; doy muchísimas gracias a S. S.: yo no sé lo que harán las fracciones de la Cámara; si habían de secundar mi deseo, lo que debían hacer era apoyarla, porque no hay ninguna cuestión de las que pueden ser causa de la salida de un Ministro que tan simpática sea para el país, y naturalmente, todos los Ministros desean salir por una cuestión de esta especie. Me alegraría además, porque necesito mucho descanso; necesito descansar de los disgustos que me dais vosotros, que son muchos, aunque personalmente me importan poco (hoy me habéis dado un gran disgusto obligándome a venir aquí cuando ciertamente no estoy para ello); pero, en fin, eso importa poco; todos los disgustos que estáis dispuestos a darme vosotros, os los he de volver con creces.

Vosotros estáis en un error muy grande; vosotros creéis que sacándome a mí de este banco, del cual deseo salir, pero con más afán que vosotros podáis tener en sacarme, han acabado ya los disgustos que os he dado u os pienso dar: estáis equivocados, porque os daría muchos mayores disgustos desde otra parte; porque sino fuera por los lazos que impone este banco, ya os diría yo la verdad. Pero los disgustos que vosotros podáis darme, me afectan poco; me afecto por los disgustos que dais al país, con los cuales, con buena intención sin duda, porque mientras no tenga pruebas en contrario no creo más que buena fe en los demás; pero con cierta imprudencia y con una intemperancia que no se explica en muchos de vosotros, estáis haciendo odiosa la libertad y odiosos los derechos individuales; porque con ese afán que os aqueja de decir que es incompatible la Monarquía con los derechos individuales; con esa imprudencia de creer que los derechos individuales significan la libertad absoluta de que cada persona haga todo lo que le dé la gana, estáis demostrando, o al menos estáis queriendo demostrar, que la Monarquía es incompatible con los derechos individuales; Y ¡ay de vosotros el día que demostréis eso al país! Porque el país es esencialmente monárquico y dirá: pues venga la Monarquía y me quedo sin los derechos individuales. Pues qué, ¿no conocéis, Sres. Diputados, que hay muchas personas en España, que hay muchos liberales en España (que yo creo que es la mayoría), que creen que es imposible la república en España? ¿No sabéis que hay muchos liberales que creen que la república sería la demagogia, la perturbación, la anarquía de este país, para que después viniera la reacción con D. Carlos VII, en lo cual los amigos de D. Carlos se equivocan grandemente en este sentido, y voy a demostrarlo? Los reaccionarios de este país creen que la reacción no puede venir de un golpe, pero sí que puede venir por la demagogia, y dicen: venga la demagogia, apoyemos a los demagogos, porque después vendrá de este modo la reacción y obtendremos el triunfo; porque después ha de venir la reacción natural de todo país en busca del orden, y vendremos nosotros; y están muy equivocados, porque pudiera suceder que cuando la demagogia viniese, viniera de tal forma y de tal manera, que el país no tuviera suficiente fuerza para obrar la reacción. Hace tiempo, hace muchos días, que estaba buscando la reacción la parte sensata de Francia, y todavía no ha podido encontrar la forma, e informe sigue.

Pues bien, si hay muchos liberales en España que creen que la república es imposible aquí por las circunstancias especiales del país, o por sus costumbres, por su carácter, por su temperamento, o por falta de ilustración o de virtudes, o sea por lo que quiera, el hecho es que creen que la república ha de ser un mal y que la Monarquía puede ser la base de la libertad y del orden, y que sin la Monarquía no puede haber orden ni libertad;¿y qué harán cuando se les ponga en la alternativa de escoger entre la Monarquía y los derechos individuales? Escoger aquella y dejar estos.

Por eso digo que sois unos insensatos y que debéis hacer lo contrario de lo que hacéis, procurando armonizar la libertad con el orden y los derechos individuales con la Monarquía. A eso deben encaminarse todos vuestros esfuerzos; pero sé que no se encaminarán porque estáis supeditados y dirigidos por otras influencias extrañas al Parlamento.

Pero, en fin, sea de esto lo que quiera, yo siento que el Sr. Sánchez Ruano a propósito de una suposición gratuita y falsa de haberse faltado a una ley, haya dirigido sus tiros a donde no pueden dirigirse y a donde menos que nadie podía dirigirlos S. S., aunque no fuese más que por la razón que acabo de exponer. El señor Sánchez Ruano ha hecho, y lo siento por S. S., porque parece estar picado de la misma víbora que parece ha picado a sus compañeros, con los cuales por otra parte [983] no está en las mejores relaciones, con esos Diputados que dicen tales cosas que S. S. mismo que ni quiere estar al lado ni de carlistas ni de moderados, me ha extrañado en S. S. que siga una conducta igual a la que siguen los coaligados. El Sr. Sánchez Ruano tenía otro camino que seguir y siento que S. S. no lo siga, y lo siento por S. S. Por lo demás, si no lo sigue no sé que camino va a, seguir S. S.; se va a quedar solo: verdad es que S. S. es una especialidad y tal vez le convenga estar solo.

Por lo demás, puede hacer la oposición y dirigir cargos al Gobierno con toda la entereza y energía que caracterizan a S. S., pero sin meterse en terreno que sólo es propio de esos que S. S. rechaza; de manera que por un lado los rechaza y después por otro sigue el mismo camino que siguen esos que rechaza. Sea por lo menos consecuente S. S.; adopte el camino que quiera pero con todas sus consecuencias, puesto que S. S. ha hecho hoy un discurso que hubiera estado perfectamente bien en el Sr. Canga Argüelles, o en el Sr. Figueras, pero no en boca de S. S., que reprueba y ha reprobado la política de unos y de otros.

Créame el Sr. Sánchez Ruano y emplee toda su buena intención, su sinceridad, esa buena fe angelical que le distingue en éste y en otros asuntos, que no la emplee en asunto tan baladí, porque en realidad, aunque S. S. ha dado a esta cuestión grandes proporciones, no tiene proporción ninguna ni grande ni chica. Guárdela S. S. para esas violaciones claras y terminantes que dice S. S. que el Gobierno comete todos los días; expóngalas aquí, proponga votos de censura, y entonces puede S. S. discutir con esa buena fe y sinceridad sobre el quebrantamiento de las leyes. Lo que yo siento es que S. S., a pesar de su sinceridad, se haya propuesto ser el Mefistófeles entre el Sr. Rivero, Ministro de la Gobernación que fue, y Sagasta, Ministro de la Gobernación que es hoy, y no haya conseguido nada; porque yo debo advertirle una cosa; no hay motivo para que el Sr. Rivero y yo no seamos buenos amigos; pero aun cuando lo hubiera, desde el momento en que el Sr. Sánchez Ruano demuestra que le interesa a S. S. que no seamos amigos, basta esto sólo para que seamos muy buenos amigos y lo hemos de ser más que nunca.



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